viernes, 9 de abril de 2010

¿SOLA ESCRITURA O ESCRITURA DESNUDA? por Manfred Svensson


I. Introducción
La experiencia de las iglesias evangélicas es una experiencia marcada por la Biblia. Su mensaje no sólo ha transformado vidas en el sentido de transmitir la verdad, sino que ha marcado nuestras vidas hasta en los últimos detalles, como en la formación de un determinado lenguaje. Este enorme papel desempeñado por la Biblia en las iglesias evangélicas sólo es explicable a la luz de un hecho: el hecho de que la reforma protestante la declarara a ella como máxima autoridad en la vida cristiana. Pero hay muchas formas de entender dicha autoridad, y la manera en que la entendamos afectará la manera en que la Biblia actúe sobre nosotros. De ahí se sigue que reflexionar al respecto no es una tarea de especialistas, sino de todo creyente.
Sola Scriptura. Sólo la Biblia. Sólo ella como norma de fe, como norma de conducta, como fuente de conocimiento sobre Dios. Esta es una de aquellas pocas cosas que parecen comunes a todo el protestantismo. Tanto así, que se le llama el "principio formal" de la Reforma, como contraparte de la justificación por la sola fe como "principio material" de la misma: "sola fe" y "sola Biblia" serían, por decirlo así, algo semejante a "fondo" y "forma" del protestantismo. Esas serían pues nuestras dos ideas básicas, nuestros principales criterios distintivos. Pero sola scriptura puede significar muchas cosas. Puede significar un rechazo radical de toda la tradición, o bien apreciar la tradición en la medida en que es conforme con la Escritura. Puede significar que sólo la Biblia es norma de conducta para los creyentes, o puede significar la pretensión de que la Biblia debe ser norma también para la legislación civil. Puede significar que de ella sacamos las normas para todas las áreas de nuestra vida, o bien sólo para nuestra vida "espiritual". Por otra parte sola scriptura es una frase que aún no nos dice nada sobre cómo debemos leer la Biblia, qué debemos pensar sobre su inspiración, etc. Es, pues, mucho lo que hay que decir antes de que sola scriptura nos diga algo concreto sobre cómo la Biblia guía la vida cristiana.
Esto ya nos advierte lo peligroso que es moverse en cuestiones de fe sólo en base a breves banderas como sola scriptura. Los reformadores hablaron así a un público que al menos en parte entendía qué les estaban queriendo decir: un público que no sólo oía sus banderas, sino que atendía a sus prédicas y a sus lecciones, y así adquiría una impresión más equilibrada del problema que la se adquiere cuando uno resume estos problema a la una sola frase. Hoy, más que en cualquier otra época de la historia, nos hemos acostumbrado sólo a movernos por las banderas, por las formas más simplistas de expresar las distintas posiciones. Por eso, al reflexionar sobre la autoridad de la Biblia, tal como cuando razonamos sobre cualquier otra cosa, hay que partir por atacar las banderas simplistas. Sólo así lograremos que el tema nos diga todo lo que nos tiene que decir. Sí, aunque suene extraño: no debemos sólo atacar banderas y slogans enemigos, sino también nuestras propias banderas, para ver la riqueza que se oculta tras ellas.
Consideremos dos cosas, una en relación a la Reforma y otra en relación al pentecostalismo. La Reforma realizó al parecer una especie de doble movimiento: declaró que todos debían tener acceso a la Biblia, pero al mismo tiempo elevó las exigencias (por ejemplo, en lo que se refiere a conocimiento de idiomas) para una recta comprensión de ella. Paradójico: populista y elitista a la vez. Vamos ahora al pentecostalismo: para muchos la forma en que los movimientos pentecostales leen la Biblia es "fundamentalista"; pero simultáneamente distinguidos sociólogos, como Peter Berger han llamado la atención sobre cómo el pentecostalismo es una fuerza "modernizadora" en las sociedades latinoamericanas: personas se convierten y el deseo de leer por sí mismos la Biblia los lleva a dejar el analfabetismo y recibir así su primera educación formal. Fundamentalistas y modernizadores: paradójico. Estos dos casos son una muestra significativa de que la solución a los problemas suscitados por la autoridad de la Biblia en ningún caso son reducibles a una simple frase, a un slogan. La respuesta será compleja, porque es parte de la respuesta a la vida humana, que es compleja.
Cuando hablamos sobre la autoridad de la Biblia estamos simultáneamente obligados a hablar sobre muchas otras especies de autoridad, como la autoridad política o la autoridad de las distintias ciencias en sus respectivos campos. La Biblia -esto es lo menos que se puede decir al respecto- limita con esas distintas autoridades. Y esos límites no son siempre fáciles de establecer. Pero dejemos ya esta alusión desordenada a los distintos temas con que aquí nos vinculamos, y hagámonos cargo de modo ordenado de cada uno de estos problemas.

II. Sola Scriptura y sus límites
¿Es la Biblia nuestra única fuente de conocimiento y dirección en la vida cristiana? ¿Es una fuente más entre otras? ¿Es una fuente entre otras, pero la principal? ¿Es una fuente de conocimiento para todas las áreas del saber? "Yo solo me guío por la Biblia" -hablando sobre cualquier tema-, es una expresión con la que es fácil encontrarse en el mundo evangélico. Creyentes de las más variadas iglesias afirman sacar de la Biblia su conocimiento y dirección para múltiples áreas de la vida: para decisiones morales, para discusiones científicas o para cuestiones estrictamente doctrinales -para todos estos temas se busca indiferenciadamente la respuesta bíblica.
¿Es esto lo que significaba el sola scriptura de los reformadores? Eso es un tanto cuestionable, y lo es por varias razones. Por una parte, si atendemos a la práctica de los reformadores. No importa cuánto insistieran en el sola scriptura, invariablemente intentaron apoyarse en la tradición cristiana, buscaron mostrar que su interpretación de la Biblia no era una ocurrencia novedosa, particular de ellos, sino que se intentaba el restablecimiento de lo que otros grandes expositores de las Escrituras siglos antes ya habían sabido. Por eso, mostrar que eran parte de la misma escuela, de la misma tradición que los Padres de la Iglesia, no era un aspecto táctico de la Reforma, sino un elemento esencial de ella: si fracasaban en eso, si su interpretación era una ocurrencia del siglo XVI, la Reforma podía ser un movimiento intelectualmente interesante, pero cuya autoridad vinculante para los cristianos sería dudosa. Sola scriptura significaba, pues, no que la Biblia fuera la única fuente de conocimiento, sino que era el criterio último, que ni la tradición ni el magisterio eclesiástico estaban sobre ella. Pero que sí podían tener un papel que desempeñar al lado de ella, si se sometían a ella. (Dejo de lado aquí el complejo tema de cómo se da en concreto esa sumisión).
Por eso no es extraña la reacción de Lutero cuando sus discípulos le piden que edite una edición de "obras completas" de sus propios escritos. En el prólogo que escribió al primer tomo de sus escritos latinos afirma: "Por largo tiempo y duramente me he opuesto a quienes querían ver una edición de mis libros. [...] Por una parte no quería que los trabajos de los antiguos se vieran tapados por mis novedades y que el lector así se acabara absteniendo de leer a los autores antiguos. Por otra parte, gracias a Dios ahora hay otros libros sistemáticamente muy ordenados, entre los que destacan los Loci communes de Melanchton". No quería tapar el camino a los libros antiguos, ni impedir el éxito de los libros nuevos. Hoy, en cambio, sólo pensamos en libros nuevos. Y si alguien considerara leer un libro antiguo, tal vez no se le ocurriría que hay algo más antiguo que Lutero. También en esto Lutero fue más perspicaz que sus seguidores.
Pensemos ahora no en la Reforma, sino en la actualidad. ¿Por qué la Biblia no puede ser nuestra fuente única, nuestra autoridad única al guiar nuestra vida? Por una razón muy simple: hay muchos temas que ella simplemente no toca -y que no tenía por qué tocar. Consideremos el siguiente ejemplo: una parte importantísima de los problemas éticos actuales son problemas de bioética. La Biblia no dice nada al respecto. Nos da sí ciertos criterios: nos habla del valor de la vida; nos dice, por ejemplo, que Dios es el Dios de la vida. Que en Cristo todo lo que ha sido creado es vida, y que la vida es la luz de los hombres (Juan 1:3-4). ¿Pero cómo aplicar eso a los complejos temas actuales? Sin duda es posible hacerlo. Pero es posible sólo cuando nuestra autoridad es una Biblia, pero una Biblia que no está sola, sino interactuando con distintas disciplinas, como en este caso la ética o la biología. Desde luego interactuar no significa necesariamente un diálogo "en igualdad de condiciones"; pero sí significa, al menos, reconocer a las distintas disciplinas su modo propio de acceder a la verdad.
El ejemplo de los reformadores y el ejemplo de los problemas éticos actuales sirve, en consecuencia, para mostrar que la sola scriptura sólo puede ser guía efectiva cuando no es la Escritura desnuda (sola, no nuda, es una aclaración que también se encuentra en la Reforma), sino la Escritura en su contexto: y el contexto de la Palabra de Dios es la iglesia, Su pueblo y Su esposa: y la iglesia no es sólo los creyentes que la componen en un momento dado, en el día de hoy, sino quienes han creído a lo largo de la historia. El contexto de la Biblia es, pues la iglesia -no el creyente aislado con su interpretación personal. ¿Pero cuál es el contexto de la iglesia? El mundo. La iglesia vive en tensión con él. No es de él pero está en él. Y mientras esté en él tiene que hablar con el mundo en el lenguaje del mundo; y ante todo tiene que mostrar que la Biblia es la respuesta a los problemas del mundo, y no una anestesia espiritual para tornar más soportable la existencia a los cristianos.
El sola scriptura presenta, pues, una estructura semejante al sola fide: aquella sola fide que salva no es una fe sola, sino una fe con frutos. Asimismo, aquella sola scriptura que es criterio principal de autoridad para los cristianos, es una Escritura que no está sola, sino acompañada por la tradición cristiana e iluminada por el Espíritu de Dios que nos lleva a comprenderla.

III. La corrección y la iglesia antigua
Ahora bien, si sola scriptura no significó en realidad para la Reforma que la Escritura estaba sola, sino simplemente que era el criterio último de autoridad, ¿por qué entonces usaron una expresión tan fuerte como sola scriptura? La respuesta no es muy difícil de imaginar: porque querían corregir. ¿Qué querían corregir? La tendencia a colocar la autoridad de la tradición y de la iglesia por sobre las Escrituras. Dicha corrección se efectuó por medio de la frase sola scriptura. En este punto uno hará bien en recordar ciertas palabras de Kierkegaard que hablan sobre los riesgos de que un correctivo se convierta en norma. Un sola scriptura tomado literalmente, en que efectivamente sólo nos alimentemos espiritualmente de la Biblia, sería un correctivo convertido en norma; sería semejante a un remedio, pero ingerido como si fuera el alimento normal. Con esto desde luego no quiero decir que la Biblia sea sólo un remedio y no un verdadero alimento. Pero sí quiero decir que frases como "sola scriptura", entendidas literalmente, son sólo un remedio, y no un alimento suficiente.
Pero volvamos a la idea de corrección. Que la Biblia debe jugar un papel de corrección es algo sobre lo que los cristianos fueron instruidos tempranamente, cuando Pablo, escribiendo a Timoteo (II de Tim. 3:16) dijo que "toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia". Pero cuando se nos habla de corregir se nos enseña además que no debemos mirar la paja en el ojo ajeno, sino la viga en el propio. ¿Poseemos hoy en las iglesias evangélicas esa capacidad de autocrítica? Me temo que la poseemos, pero sólo "en principio". Porque en principio todos reconocemos ser falibles, pero ¡cuánto nos costaría llegar a reconocer estar sosteniendo algo efectivamente equivocado!
Las iglesias evangélicas tienen como costumbre bastante arraigada la de criticar a otros grupos -católicos, ortodoxos o incluso protestantes históricos- por "tradicionales", sosteniendo que prefieren sus tradiciones a la Biblia. Pero es imprescindible que veamos que las iglesias evangélicas también constituyen tradiciones, tal vez menos elaboradas, pero no por eso inexistentes: la no conciencia de eso lleva en ocasiones a que cualquier dudosa práctica sea elevada a nivel de doctrina; y mientras que se crea que uno no constituye una tradición, sino que sólo practicamos la fe bíblica, es imposible tomar distancia de dichas prácticas y se pierde toda capacidad de autocrítica. Todos -naturalmente, y no se trata necesariamente de algo malo- leemos la Biblia desde nuestra propia tradición eclesiástica, nuestra propia experiencia de fe. Todos leemos a través de ciertos lentes. Pero bienaventurado el que sabe cuál es el color de sus propios lentes. Bienaventurado el que por un momento puede ver cómo se ve un texto con distintos lentes. Sólo cuando sabemos que somos parte de una tradición, nos podemos comportar con libertad ante ella. El pasado olvidado esclaviza, el pasado recordado y asumido libera.
Las Escrituras están ahí esperando ser leídas de un modo en que las dejemos corregirnos. Para eso tienen que cumplirse varios requisitos. Me gustaría aquí decirlo de modo claro y tajante: se requiere no solo la aceptación teórica de que el protestantismo es falible, sino el reconocimiento de que como seres falibles es muy probable que de hecho hayamos fallado; y no sólo en el sentido de cometer ciertos pecados en concreto, sino de que también podemos fallar -y que de hecho fallamos- doctrinalmente. Recién una vez que hacemos nuestra esa convicción, se nos abre la Biblia como correctivo. Recién entonces la podemos leer no ya buscando en ella la confirmación de lo que ya creíamos -que puede ser un error- sino dejando que ella nos ilumine, corrija, que ella nos muestre todas las caras de cada uno de los temas que nos ocupan. En ese momento la Biblia deja de ser un espejo de nuestras propias creencias, y se convierte en lo que debe ser: un libro que siempre -por muchos años que llevemos dentro del Evangelio- nos sorprende, corrige, remece.
La tendencia humana es muy frecuentemente la contraria: la de querer domesticar incluso la Palabra de Dios. Seguir reconociéndole autoridad, pero permaneciendo cómodamente en nuestras convicciones personales. Y así cuando acudimos a la Biblia, acudimos a ella buscando los textos, los versículos, que sirvan de prueba para reafirmar nuestras convicciones. Una de las primeras pruebas de una lectura seria de la Biblia es la de abandonar esta práctica: aprender a leer cada libro como una unidad, aprender a buscar también los textos que ponen en duda las posiciones que nosotros de momento estemos sosteniendo. Ya diremos algunas cosas más sobre cómo leer la Biblia. De momento veamos por qué también leer otras cosas.
¿Por qué leer a los Padres de la Iglesia, a los grandes autores cristianos de los primeros siglos? Creo que muchos se preguntan sinceramente esto, entre otras cosas porque si alguna vez deciden leer obras teológicas, pensarán ante todo en leer obras de los Reformadores. La Institución de Calvino sin duda cuenta con más lectores evangélicos que los que cuenta, por ejemplo, el tratado de Atanasio sobre La Encarnación. ¿Qué es lo que lleva a esto? En alguna medida los Padres nos parecen más lejanos. Es innegable que al menos en términos de estilo los Reformadores son autores bastante modernos: cuando los leemos, no nos parece que estuviéramos leyendo a alguien de otro mundo. Eso, en cambio, sí puede ocurrir con la lectura de los Padres. En muchos de sus escritos, por ejemplo, están atacando a grupos de los que hoy apenas hay rastro, o cuyos nombres ni siquiera nos dicen algo. ¿Quién de nosotros no se ve obligado a acudir a una enciclopedia cuando los Padres lanzan sus alegatos contra monofisistas, gnósticos o docetistas? Pero el esfuerzo por intentar entender dichas polémicas se ve recompensado. Porque en ellas, y en los escritos antipaganos de los Padres, vemos al cristianismo en sus primeras luchas por definirse. Eso -el aprender qué cosas eran realmente las centrales para ellos- puede ser una lección impagable. Una lección que además nos muestra a veces cuán banales -en comparación- son la mayor parte de las disputas que hoy crean divisiones entre las iglesias evangélicas.
Pero hay otra razón para leer no sólo a los Reformadores sino también a los Padres: el hecho mismo de que los Padres nos resulten de algún modo más ajenos y lejanos ayuda a que no proyectemos a sus escritos nuestras propias convicciones, sino que resulte mucho más fácil ver lo que ellos mismos dijeron y quisieron decir. En el caso de los Reformadores, por el contrario, los sentimos tan "nuestros" que los leemos de modo descuidado, proyectando a sus páginas ideas que muchas veces no están en ellas. De ese modo pierden la posibilidad de remecernos y educarnos. Se convierten en una fuente no ya de corrección, sino en una fuente de citas con las que podemos adornar nuestras propias ideas y reforzar nuestras propias convicciones. Lo cual, por cierto, no está nada de mal; pero está lejos de ser el único alimento espiritual que el hombre necesita.
Añádese lo siguiente: las iglesias evangélicas están convencidas de tener un parentesco estrechísimo con la iglesia primitiva. Y tienen diversos argumentos para apoyar esta afirmación, como por ejemplo el hecho de que casi en ningún país poseen algún tipo de poder político, el hecho de que son iglesias que crecen "desde abajo" (no por la "conversión" de un país, sino de individuos), o bien el hecho, más simple aún, de que los lugares donde se reúnen muchas veces se asemejan más a una catacumba que a una gran catedral. Pero cabe preguntarse de qué sirve todo esto si no se estudia también lo que pensaba, lo que creía la iglesia antigua. ¿Hay gente estudiando esto seriamente en las iglesias evangélicas? Sí, claro está. Pero son no excepciones, sino verdaderamente especímenes, casos aisladísimos. En las iglesias evangélicas hay hoy una gran cantidad de personas realizando estudios de literatura, de historia, de filosofía, de filología, así como de otras áreas; ¿qué ocurriría si un número significativo de ellos comenzará a escribir sus tesis sobre temas de la iglesia antigua, sobre su historia, su literatura, sobre su aproximación al derecho, sobre su visión de la historia? Sospecho que podría tener consecuencias interesantes.

IV. La lectura de la Biblia
Para muchos, no es necesario que busquemos orientación sobre cómo leer la Biblia. No es necesario buscar reglas claras de interpretación, ni dejarse ayudar demasiado por ideas "humanas" al respecto: podemos limitarnos a esperar la iluminación del Espíritu Santo (o bien, atenernos siempre a lo que sea la interpretación más literal). Ahora bien, ciertamente el Espíritu Santo tiene que estar presente para una recta comprensión de las Escrituras, pero decir que su presencia es la única condición, es ir bastante más lejos. Ya los Padres de la Iglesia se vieron enfrentados a esta objeción, por parte de grupos extremadamente espiritualistas. Y su respuesta fue desenmascarar esa posición: mostrar que aunque se presenta como "humilde", porque sólo espera la asistencia divina, en realidad el no querer aceptar la asistencia de otros hombres, el no querer reconocer que Dios actúa a través de los hombres, puede ser una grave muestra de soberbia. Así escribe Agustín en la introducción a su libro Sobre la Doctrina Cristiana: "¿Qué haremos entonces? ¿Sugerir a nuestros hermanos que no enseñen nada a sus hijos, porque con el derrame del Espíritu los apóstoles hablaron inmediatamente todas las lenguas? ¿Y sugerir a quienes no han tenido una experiencia semejante que se abstengan de considerarse cristianos, o que al menos duden de haber recibido el Espíritu Santo? ¡No! ¡No! Más bien dejemos de lado este vano orgullo y aprendamos de los hombres todo lo que podamos aprender de ellos."
Intentemos, pues, aprender de cómo otros cristianos han visto la Biblia a lo largo de la historia. No pretendo aquí hablar sobre normas de exégesis, sino sobre algunos vicios más generales en que a veces incurrimos en la lectura de la Biblia. Y lo primero que hay que aprender es algo que ya hemos mencionado antes: aprendamos a abandonar la búsqueda de textos que prueben nuestras posiciones. No es extraño que la Biblia sea ante todo un conjunto de historias. Eso significa que el modo en que la Biblia nos muestra la verdad no es el mismo modo en que un código de derecho penal nos muestra las sanciones que corresponden a ciertas acciones, y tampoco es semejante al modo en que una enciclopedia nos muestra el estado actual de conocimientos sobre un tema. Pero ver la Biblia como un código o una enciclopedia es una práctica muy extendida: es lo que se refleja en el saber de memoria un par de versículos por cada tema, de modo que siempre se pueda dar la opinión "bíblica" sobre algo. Naturalmente el resultado es que las discusiones llevadas a cabo de ese modo se transformen en una pelea en que cada parte simplemente recita versículos distintos de la otra. En esas condiciones es un milagro -literalmente- si alguien logra entender todo lo que la Biblia nos puede decir sobre un tema. Lo que aquí estoy diciendo se puede formular también del siguiente modo: no leamos la Biblia como si fuera un manual, un código, un libro de cocina, un libro de ciencia o una enciclopedia: no sólo porque su tema es otro, sino porque transmite la verdad de otro modo.
Pero uno de los pasos que hay que dar para dejar dicho modo de lectura, es el concentrarnos en el tema de la Biblia. Concentrarnos en el tema de la Biblia significa no pensar que ella pretende ser nuestra fuente de conocimientos científicos o históricos con precisión científica o histórica. Ella nos quiere hablar sobre la relación de Dios y el hombre. Sobre cómo esa relación se destruye y sobre cómo esa relación se puede volver a construir. Y sobre qué cambios se dan en la vida del hombre cuando dicha relación se reconstruye. Por eso, como hemos dicho, en lugar de buscar en la Biblia catálogos de normas, debemos intentar entender el sentido de las historias que cuenta. El resultado de esto ciertamente puede incluir la necesidad de obediencia a ciertas normas. No por sí mismas, sino porque el obedecerlas genera vidas con sentido, en que se restaura la comunión entre el hombre y Dios: da por resultado historias personales buenas, en lugar de vidas fracasadas. Pero todo esto significa que cuando la Biblia nos habla de la relación del hombre con Dios también nos está hablando de todas las actividades del hombre, de la relación del hombre con los demás hombres y con el resto de la creación. Todo eso hay que buscar en nuestra lectura bíblica para que nos diga todo lo que nos puede decir. Pero lograr ver todo eso supone recuperar un conocimiento profundo de la Biblia, que en muchas iglesias evangélicas se encuentra en un estado francamente deprimente.
En muchas ocasiones la tendencia evangélica ha sido además en una dirección distinta de la recién señalada: se ha intentado utilizar la Biblia como fuente de conocimientos históricos o científicos, como modo de enfrentarse a los conocimientos históricos o científicos del mundo. En ese esquema, no se distingue entre los distintos contenidos de la Biblia, sino que se afirma que tal como nos da conocimientos sobre la salvación, nos los da -con el mismo tipo de certeza- sobre materias como historia o ciencia. Es interesante en este sentido notar que la misma Biblia establece distinciones respecto de los niveles de su autoridad: no se atribuye a sí misma el mismo género de autoridad para cada parte de su texto. Así es como no sólo los cristianos leemos el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo, sino que incluso dentro del Nuevo Testamento encontramos a Pablo distinguiendo entre cosas que le ha revelado Dios y las propias sugerencias personales que él da a las iglesias. Éstas pueden ser muy buenas, pero dado que el propio Pablo considera importante hacer la distinción, debe ser porque es importante distinguir niveles de autoridad dentro del texto bíblico. Ante todo, considerando que dentro de la Biblia tenemos palabras de Cristo mismo, palabras cuya autoridad es por tanto mayor a la que tiene el resto de la Biblia -por elevada que sea la autoridad que concedamos a los restantes textos bíblicos.
Detrás de la tendencia a ignorar esto, suponiendo que la Biblia habla sobre todos los temas y sobre todos con la misma autoridad, se encuentra la idea de que la Biblia estaría escrita tal como están escritos los libros modernos: como un conjunto de información; en lugar de distinguir los distintos estilos literarios de la Biblia, se la lee como si toda ella fuera prosa científica o histórica moderna. Y quienes hacen esto no se dan cuenta de lo que están haciendo, precisamente porque el afán de dichos lectores no es moderno, sino el refutar teorías modernas, como por ejemplo determinadas variantes (o todas las variantes) de la teoría de la evolución. Sin embargo, sin querer, caen precisamente en una lectura radicalmente "moderna" de la Biblia, pidiéndole información de la que ella no se ocupa. En nada afecta a la visión bíblica del hombre o de Dios el que la tierra tenga seis mil o seis mil millones de años de existencia. Creer que las genealogías bíblicas pretenden transmitir alguna información al respecto es ser víctima de una posición totalmente ahistórica. Es creer que a los autores de dichas genealogías les interesaba algo que, en el mejor de los casos, recién comenzó a interesar en el siglo XVII. Valga esto como uno entre tantos ejemplos.
Esto tiene dos tipos de consecuencias: una es el no ocuparse de los distintos campos del saber a partir de sus propias fuentes. La ciencia, la historia o la política son abordadas sin conocimientos suficientes de los principios propios de cada una de esas áreas, sino desde un estricto y muchas veces descontextualizado biblicismo. La otra consecuencia es el hecho de que la misma lectura de la Biblia sufre: la hacemos hablar de lo que no habla, y eso tiene por consecuencia que no escuchamos aquellas cosas de las que sí habla.
Un segundo punto en el que debemos detenernos, es en que la lectura de la Biblia debe ser la lectura de una unidad. La lectura de versos sueltos no sólo es descontextualizada, no sólo nos hace perder la vista del contexto más inmediato de un texto, sino que nos hace perder de la vista la casi infinita serie de conexiones internas dentro de la Biblia. Así escribe Bonhoeffer: la Palabra de Dios "no consiste en versículos aislados sino en un todo que exige manifestarse como tal. Es en su totalidad como la Escritura es la palabra revelada de Dios. Sólo en la infinitud de sus relaciones interiores, en la conexión entre antiguo y nuevo testamento, la promesa y el cumplimiento, sacrificio y ley, ley y evangelio, cruz y resurrección, fe y obediencia, don y espera, se hace enteramente inteligible el testimonio de Jesucristo, el Señor". Si queremos volver a ser cristianos con un conocimiento suficiente de la Biblia, debemos recuperar la práctica de leer textos completos, textos largos. Cuando se deja esto, creyendo que ya conocemos suficientemente los grandes contextos, se vuelve a caer con rapidez en la práctica de la lectura de textos aislados. Ahí no se manifiesta toda la complejidad y riqueza de la palabra de Dios.
Existe una manera en que se puede evitar esto, un mecanismo hoy todavía conservado por muchas iglesias: un calendario litúrgico. Un calendario que da orden a la lectura, de modo que a lo largo del año se predique sobre toda la Biblia. En muchas (tal vez la mayoría) de las iglesias evangélicas esta práctica no existe; es más, se la rechaza deliberadamente, ya que se considera que eso sería limitar en cierto sentido el actuar de Dios: no se permitiría que el Espíritu Santo indique cada vez sobre qué se debe predicar. No estoy seguro de que este argumento sea del todo convincente: el Espíritu Santo se manifiesta tal vez de modo especialmente claro ahí donde estamos dispuestos a oír la totalidad de la Palabra de Dios. El tipo de argumentos con que se suele rechazar la existencia de calendarios litúrgicos me parece que descansa sobre un cierto grado de contraposición entre Espíritu y Palabra. La enseñanza bíblica no es que nosotros debamos crear espacios de libertad para el Espíritu, sino que ahí donde está el Espíritu de Dios, ahí hay libertad. Y el Espíritu de Dios está dondequiera que haya disposición a oír su Palabra.
Al menos una ventaja tiene el uso de estos calendarios: si hoy queremos saber lo que un autor de otro siglo, como por ejemplo Lutero, escribía sobre un determinado texto bíblico, no cuesta nada averiguarlo: basta buscar la prédica sobre el texto correspondiente, ya que estaban obligados a predicar sobre toda la Biblia. En fin, no sé si este argumento sea concluyente o habría otros factores a considerar. Ciertamente el seguir un calendario litúrgico puede tener algunas desventajas, como el hecho de que a veces quien predica se sienta obligado a forzar el texto de turno para hablar sobre un tema actual. O puede ser simplemente "aburrido" (aunque no estoy seguro de que eso sea un argumento muy digno). Pero asimismo la ausencia de calendarios litúrgicos puede significar oir siempre una prédica sobre lo mismo, sobre la particular visión del pastor de turno, que tal vez es muy buena, pero no representa todo lo que las Escrituras nos tienen que decir. No tengo una posición totalmente definida al respecto, pero me parece que hay argumentos suficientes como para reconsiderar el problema. Ambas posiciones tienen riesgos; personalmente me inclinaría sin mucha duda por la existencia de un calendario, pero desde luego estoy consciente de que hay muchas personas muy sensatas que prefieren los riesgos de la posición contraria.
Una cosa al menos debe estar clara: dado que de hecho la mayoría de las iglesias evangélicas carecen de un calendario litúrgico, es tanto más urgente que cada creyente se preocupe personalmente del conocimiento de la totalidad de la Biblia, y que las iglesias se ocupen de incentivar grupos de estudio, pequeñas células en que sistemáticamente se llegue a conocer el mensaje bíblico en forma íntegra.

IV. La Teología
Personalmente creo haber oído más quejas contra la teología en púlpitos evangélicos que en obras de autores que se opongan al cristianismo. El tipo de quejas que se escucha contra la teología son del tenor de "la letra mata": la teología es calificada de abstracta, se le critica que no se ocupa de los problemas prácticos; se le reprocha ser una especulación "humana" sobre Dios: una especulación sobre la que por tanto no vale la pena preocuparse, porque tenemos en la Biblia lo que Dios dice sobre sí mismo. La fuerza del prejuicio antiteológico es abrumadora. En realidad el argumento de "la letra mata, el Espíritu vivifica" es insólito: épocas anteriores al menos utilizaban dicho texto como motivo para interpretar muchos textos alegóricamente; nosotros parecemos estarlo ocupando para no interpretar en absoluto, para no ocuparnos en absoluto de la teología (y otros lo han usado para rechazar del todo que los cristianos necesiten recibir algún tipo de educación -en pleno siglo veinte chileno).
Por otra parte, si a alguien le parece demasiado "abstracta" o "humana" la teología, tal vez debe simplemente partir por preguntarse si en sus manos han caído las obras correctas. Porque al menos una cosa está clara: una mente cristiana (y hay pocas cosas tan prácticas, tan capaces de transformar el mundo, como una mente cristiana) se forma mediante el amor al prójimo, la oración y la reflexión constante sobre las grandes doctrinas de la fe. ¿Que dichas doctrinas se encuentran en la Bibla? Sí, efectivamente, ahí se encuentran. Pero cuando pensamos sobre ellas, cuando intentamos entenderlas en orden, ponerlas en relación unas con otras, ahí ya estamos haciendo teología. Por eso uno de los evangelistas, Juan, que narró la historia de Cristo con una intención un poco más sistemática que la de los demás evangelistas, fue llamado por la iglesia antigua el teólogo. La común queja contra la teología en el sentido de que ésta sería demasiado árida, revela además una creencia equivocada: la creencia de que el cristianismo debe ser exigente en muchas áreas de nuestra vida, pero no respecto de nuestra mente. Pero la orden que nos ha sido dada es la de amar a Dios con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente. Y el amor es algo exigente. Tal como el amor con todo el corazón implica esfuerzos, esfuerzos de entrega por el prójimo, asimismo el amor con toda la mente implica esfuerzos de la mente, leer textos cuya primera apariencia es árida, esforzarnos por desarrollar una mente cristiana.
Pero veamos en cierto orden algunos problemas relacionados con esto. Partamos por añadir un argumento más a los que ya hemos dado en favor de la necesidad de estudiar teología. Se trata del hecho de que hoy en muchos casos las iglesias evangélicas poseen un número importante de creyentes con bastante educación en distintas áreas. Si comparamos con una generación atrás, son muchos más los que acceden, por ejemplo, a la educación superior. Una de las consecuencias de esto es que alcancen en sus respectivas áreas un nivel de conocimientos muy superior al que tienen respecto de su propia fe. Esto no necesariamente tendrá consecuencias nefastas; pero probablemente sí. Porque hay ocasiones en que la fe puede entrar en conflicto con alguno de esos conocimientos. Y si la fe se ha mantenido a un nivel de meras emociones o, por decirlo así, "epistemológicamente inferior" al nivel de los demás conocimientos, no es difícil adivinar cuál de las dos visiones de mundo tiene más posibilidades -humanamente hablando- en esos conflictos. Con esto, por lo demás, debería quedar claro que aquí no estoy hablando de la formación de pastores, sino de la formación que la mayoría de los creyentes necesitamos.
Existe otro argumento común contra el estudio teológico: que la teología es algo "menos real" que nuestra experiencia personal de Dios. Esto ciertamente es verdadero. Pero hay un punto importante sobre el que C.S. Lewis llama acertadamente la atención: que el mar y las montañas también son más reales que los mapas. Pero eso no significa que los mapas sean inútiles. Por el contrario, los mapas están dibujados a partir de la experiencia -"real"- de muchas personas, y es por eso que nos ayudan a encontrar el camino donde nos perderíamos si nos guiáramos sólo por nuestra propia experiencia. Asimismo la teología es el resultado de la experiencia de fe de los cristianos a través de la historia. Es esa experiencia acumulada la que nos ayuda a no perdernos, y a nutrir nuestra propia experiencia con ideas que ya han pasado la prueba de la historia.
¿Pero cómo empezamos a formar teológicamente nuestra mente? Ya hemos dicho varias cosas sobre cómo leer la Biblia. Su lectura seguirá siendo -a través de toda la vida- la fuente principal de nutrición de una mente cristiana. Pero no la única. Hemos hablado también de la lectura de Padres de la Iglesia y de los Reformadores. Pero creo que hay un paso importante que dar de modo anterior o simultáneo a dicha lectura. Me refiero a la lectura de Credos, Confesiones, Catecismos y textos semejantes. Las iglesias evangélicas cuentan con una tradición no muy desarrollada a este respecto. Pero hay en realidad una gran abundancia de material que podríamos estar leyendo. Desde un comienzo los cristianos intentaron resumir su fe en pequeños textos que sirvieran de testimonio ante el mundo y ante todo de instrucción para los recién convertidos. El Credo de los Apóstoles, el Niceno y el de Atanasio son desde luego los ejemplos más perdurables. En la misma época algunos de los Padres de la Iglesia formularon los primeros Catecismos. En Agustín, por ejemplo, encontramos varios escritos de esta naturaleza: explicaciones del Credo, del Padrenuestro, de los mandamientos. De la época de la Reforma podríamos también nombrar muchos textos, catecismos y confesiones. La Confesión de Ausburgo, el Catecismo de Westminster, etc. ¿Qué función pueden cumplir estos textos? Dejar la huella clara de la doctrina, la marca imborrable del dogma. También estos textos pueden ser áridos. Pero su estudio deja sin duda un resultado: no sólo la marca de un dogma, sino la marca que significa una fe mentalmente ordenada, donde cada doctrina tiene su lugar. Cuando no se da eso, es fácil que acentuemos unilateralmente una determinada doctrina: la que más atacada se vea en nuestra época o la que más simpatías despierte en nosotros. Esa acentuación unilateral de cualquier doctrina -aunque en sí misma sea una doctrina verdadera- es una fuente de grave confusión y división en las iglesias. Pero pasemos ya a otro punto.
Para muchos la tarea de la teología debe hoy ser reenfocada: la gran herencia teológica de los últimos dos milenios debe pasar por un cierto cedazo que se llama experiencia cultural latinoamericana. La teología tiene que pasar la prueba de la inculturación; tiene que ser "teología latinoamericana". Esta propuesta tiene lados claros y lados oscuros. Ciertamente está bien esforzarse por lograr aplicar la herencia teológica a las condiciones culturales de América Latina. Pero detengámonos un momento a pensar: cuando se hace teología en Europa, no se hace deliberadamente "teología europea". Ciertamente el resultado de la teología hecha en Europa está marcado por la experiencia cultural de los europeos. Pero si se pusieran a hacer una teología deliberadamente europea, el resultado sería sin duda mucho más cuestionable de lo que ya pueda ser (aunque no estoy muy seguro de que sea tan cuestionable)- y no hay motivos para pensar que en Latinoamérica vamos a ser más equilibrados a la hora de impregnar la fe con nuestra cultura. Por lo demás, si se quiere influenciar positivamente la teología con nuestra cultura, baste tomar como ejemplo a dos de los grandes autores cristianos de la Antigüedad: Tertuliano y Agustín. Tertuliano fue el padre de la literatura cristiana en lengua latina: africano, cuyo temperamento africano se nota en cada texto que ha escrito. Agustín, el más influyente de los Padres de la Iglesia, también dejó que su carácter africano entrara en sus obras. Pero ninguno de los dos se lanzó a la tarea disparatada de hacer una "teología africana", sino que simplemente hicieron teología. Eso es lo que en Latinoamérica también hay que hacer: siendo cautelosos sobre qué cosas de las que nos han llegado son sólo herencia de otros continentes y no elementos esenciales de la fe cristiana; pero siendo igualmente cautelosos de no oscurecer la fe cristiana con arbitrariedades de nuestra propia cultura. De lo contrario, la tarea de una teología latinoamericana puede convertirse fácilmente en una excusa para simplemente hacer teología poco seria: convenciéndonos de que nuestra teología no tiene por qué tener el rigor de la teología desarrollada en otros continentes, sino que tiene su valor por el solo hecho de su carácter "contextual".
Pero vamos ahora a la pregunta tal vez más difícil para la teología, que es la de definir su propia tarea. ¿Es la labor de la teología sólo la exposición de la Biblia? La teología protestante vivió un fuerte renacimiento a comienzos del siglo XX porque algunos sostuvieron eso. La teología era exposición de la Palabra de Dios. Según Barth, la teología no debía ser nada más que preparación para la predicación. Dicho renacimiento, vinculado ante todo al nombre de Karl Barth, significó en parte una radicalización de la idea del Sola Scriptura, pero también significó una interpretación un tanto unilateral de la tarea de la teología.
La tarea de la teología es una tarea de carácter universal: es no sólo exponer la Biblia, sino poner la Palabra de Dios en relación con todas las cosas. Pero al hacer esa afirmación hay que preguntarse qué es la Palabra de Dios. ¿Debemos usar dicha expresión como estrictamente sinónima con la Biblia? Muy probablemente la respuesta es que no. La misma Biblia utiliza la expresión para referirse a Cristo. Él es la Palabra de Dios: y la Biblia es también la Palabra de Dios, porque da testimonio de Él. Pero dicho testimonio de Cristo según la propia Biblia lo encontramos no sólo en ella (si bien sólo en ella de modo completo), sino ya desde la creación. No me refiero con ello sólo a la presencia de toda la Trinidad en el acto creador, tal como lo presenta el Génesis, sino ante todo al hecho de que todas las cosas fueron creadas por y en Cristo, del modo como lo presentan los primeros versos del evangelio según Juan: todo lo que hay ha sido hecho por Él; y todo lo que hay, en Él es vida, y la vida era la luz de los hombres. Esta identificación de Cristo con todo lo que es vida y todo lo que es luz es tal vez uno de los indicadores más claros de cómo debemos emprender la tarea de la teología. El que los libros de la Biblia tengan una referencia a Cristo es algo tan importante que incluso ha sido considerado por algunos (por ejemplo, Lutero) como el principal criterio para determinar si un libro legítimamente puede ser considerado parte de la Biblia. Este modo de enfocar la autoridad de la Biblia (afirmar que tiene autoridad porque refiere a Cristo) nos permite entenderla de un modo que suficientemente "cerrado" y "abierto" a la vez: no centrándonos en ella por sí misma (biblicismo), sino centrándonos en ella porque ella da testimonio de Cristo; así podemos también estar atentos a las demás maneras en que Cristo se revela. Y esto significa que Cristo es la Palabra de Dios, mientras que la Biblia contiene la Palabra de Dios.
Acabemos esta sección -entre tanta sugerencia "abstracta"- con una breve sugerencia sobre qué leer en concreto. Mi sugerencia sería anualmente leer por lo menos lo siguiente: una obra de un escritor de la iglesia antigua, una obra de alguno de los reformadores, algún teólogo moderno que ya sea un clásico (como Bonhoeffer), y alguna obra de publicación reciente. Así mantenemos un sano equilibrio entre preocupaciones actuales y preocupaciones a las que el cristianismo se ha visto enfrentado en todas las épocas.
Una cosa al menos deben tener presentes las iglesias cristianas: no se encuentran ante la opción de tener una teología o no tener una teología. Dicha opción no existe. La única opción real es aquella entre tener una teología mala o una teología buena: entre profesar caprichos privados o profesar la fe que ha unido a la iglesia de Cristo a través de los siglos. Es de esperar que puestos ante dicha disyuntiva, tengamos más claro lo que debemos elegir.

Nota: Espero comentarios, críticas y sugerencias: manfredsvensson@yahoo.com

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jueves, 1 de abril de 2010

RESUMEN DEL LIBRO "LA ABOLICIÓN DEL HOMBRE" C.S.LEWIS


"La conquista de la Naturaleza por parte del hombre" es una expresión utilizada habitualmente para describir el progreso de las ciencias aplicadas. "El Hombre ha derrotado a la Naturaleza", le dijo alguien a un amigo mío hace poco tiempo. En su contexto, estas palabras tenían una cierta trágica belleza, pues quien las pronunciaba se estaba muriendo de tuberculosis. "No importa", siguió diciendo: "Sé que soy uno de las pérdidas. Está claro que hay pérdidas tanto en la parte ganadora como en la parte perdedora. Pero no altera el hecho de que sea ganadora". He elegido esta historia como punto de partida con el fin de poner en claro que no deseo menospreciar lo que de verdaderamente beneficioso existe en el proceso descrito como "La conquista humana", y mucho menos toda la verdadera pasión y el sacrificio personal que lo han hecho posible. Pero una vez dicho esto, debo proceder a analizar esta concepción un poco más de cerca. ¿En qué sentido es el Hombre el poseedor de un poder creciente sobre la naturaleza?
Consideremos tres ejemplos típicos: el avión, la radio y los anticonceptivos. En una comunidad civilizada y en tiempo de paz, cualquiera que se lo pueda permitir puede hacer uso de estas tres cosas. Pero no se puede decir estrictamente que quien lo hace esté ejerciendo su poder personal o individual sobre la Naturaleza. Si te pago para que me lleves no se puede decir que yo sea un hombre con poderío. Todas y cada una de las tres cosas que he mencionado les pueden ser negadas a algunos hombres por parte de otros hombres: los que las venden, o por los que permiten la venta, o por los que poseen los medios de producción o por quienes los producen. Lo que llamamos el poder del Hombre es, en realidad un poder que poseen algunos hombres, que pueden permitir o no que el resto de los hombres se beneficien de él. De nuevo, en lo que se refiere al poder del avión o de la radio, el Hombre es tanto el paciente u objeto como el poseedor de tal poder, puesto que es blanco tanto de las bombas como de la propaganda. En lo que respecta a los anticonceptivos, existe paradójicamente un sentido negativo por el que todas las posibles generaciones futuras son pacientes u objetos de un poder que ejercen sobre ellas los que aún viven. A través de la contracepción, simplemente se les niega la existencia; a través de la contracepción, se les obliga a ser, sin que les pida opinión, lo que una generación, por sus propias razones, pueda elegir. Bajo este punto de vista, lo que llamamos el poder del Hombre sobre la Naturaleza se revela como un poder ejercido por algunos hombres sobre otros con la Naturaleza como instrumento.
Por supuesto que es un tópico lamentarse de que, hasta ahora, los hombres han usado equivocadamente y contra sus propios congéneres el poder que la ciencia les ha otorgado. Ni siquiera es éste el punto sobre el que quiero reflexionar. No me estoy refiriendo a abusos o corrupciones particulares que una mayor moralidad pudiera subsanar; estoy considerando lo que debe ser siempre y esencialmente lo que llamamos "el poder del Hombre sobre la Naturaleza". Sin duda, este cuadro se podría modificar con la estatización de las materias primas y las empresas y mediante el control público de la investigación científica. Pero, a menos que existiera un único Estado mundial, esto todavía significaría la preponderancia de unas naciones sobre otras. E incluso esta única Nación o Estado mundial, significaría (en general) el poder de las mayorías sobre las minorías y (en particular) el poder del gobierno sobre el pueblo. Y todas las acciones de poder a largo plazo, especialmente en lo que respecta a la natalidad, significan el poder de las generaciones previas sobre las posteriores.
Este último punto no siempre se enfatiza lo suficiente, pues los estudiosos de los asuntos sociales aún no han aprendido a imitar a los físicos en la consideración del tiempo como dimensión. A fin de comprender totalmente lo que significa realmente el poder del Hombre sobre la Naturaleza y, por tanto, el poder de algunos hombres sobre otros, debemos considerar en el tiempo la raza humana, desde la fecha de su aparición hasta la de su extinción. Cada generación ejercita un poder sobre sus sucesores y cada una, en la medida que modifica el medio ambiente que hereda y en la medida que se rebela contra la tradición, limita y se resiste al poder de sus predecesores. Esto modifica el cuadro que, a veces, se nos presenta: una progresiva emancipación frente a la tradición y un control progresivo de los procesos naturales resultantes del continuo incremento del poder humano. En realidad, por supuesto, si cada generación realmente alcanzara, mediante una educación eugenésica y científica, el poder de realizar en sus descendientes lo que ella deseara, cualquier hombre que viviera tras dicha generación sería objeto de tal poder. Y no sería más fuerte, sino más débil: aunque hayamos podido poner útil maquinaria en sus manos, habremos prefijado cómo se debe usar. Y si, como suele suceder, la generación que hubiera logrado el máximo poder sobre la posteridad fuera también la generación más emancipada de la tradición, se vería comprometida en reducir el poder de sus predecesores tan drásticamente como el de sus sucesores. También tenemos que recordar que, aparte de esto, cuanto más reciente es una generación, tanto más cercana está de la fecha en que las especies se hayan de extinguir, y tanto menos poder tendrá para avanzar, pues sus sujetos serán cada vez menos en número. Por consiguiente, no se puede plantear la cuestión del poder conferido a la raza como algo que se asienta con firmeza en la medida en que la raza progresa. Los últimos hombres, lejos de ser herederos del poder, serán sobre todo los más sujetos a la mano mortal de los grandes planificadores y manipuladores, y serán menos capaces de ejercer un poder sobre el futuro.
El cuadro resultante es el de una época dominante –pongamos por caso el siglo X d.C.- que resiste con éxito a las generaciones precedentes y domina de forma irresistible a las posteriores y, por tanto, es la auténtica guía de la especie humana. Y centrándonos en esta generación, (que es en sí una minoría infinitesimal de la especie) el poder lo ejercerá una minoría aún más reducida. La conquista de la Naturaleza, si se cumple el sueño de ciertos científicos planificadores, resultará ser el proyecto de algunos cientos de hombres sobre miles de millones. Ni hay ni puede haber incremento alguno del poder por parte del Hombre. Todo poder conquistado por el hombre es también un poder ejercido sobre el hombre. Todo avance debilita al tiempo que fortalece. En toda victoria, el general, además de triunfar, es también el esclavo que sigue el coche triunfal.
Aún no estoy considerando si el resultado de tales victorias ambivalentes es algo bueno o malo. Sólo pretendo clarificar lo que significa la conquista de la Naturaleza verdaderamente y, en especial, cuál es el peldaño final de tal conquista (peldaño que, por otra parte, no parece estar lejano). El peldaño final se alcanza cuando mediante la eugenesia, mediante la manipulación prenatal y mediante una educación y una propaganda basadas en una perfecta psicología aplicada, el Hombre logra un completo control sobre sí mismo. La naturaleza humana será el último eslabón de la Naturaleza que capitulará ante el Hombre. En ese momento se habrá ganado la batalla. Habremos "arrancado el hilo de la vida de las manos de Cloto" y, en adelante, seremos libres para hacer de nuestra especie aquello que deseemos. La batalla estará, ciertamente ganada. Pero ¿quién, en concreto, la habrá ganado?
El poder del Hombre para hacer de sí mismo lo que le plazca significa, como hemos visto, el poder de algunos hombres para hacer de otros lo que les place. No cabe duda de que siempre, a lo largo de la historia, la educación y la cultura, de algún modo, han pretendido ejercer dicho poder. Pero la situación que tenemos en ciernes es novedosa en dos aspectos. En primer lugar, el poder estará magnificado. Hasta ahora, los planes educativos han logrado poco de lo que pretendían y de hecho, cuando los repasamos (cómo Platón considera a cada niño "un bastardo que se refugia tras un pupitre", y cómo Elyot desearía que el niño no viese hombre alguno hasta los siete años, y cumplida esa edad, no viese a ninguna mujer, y cómo Locke quiere a los niños con zapatos rotos y sin aptitudes para la poesía) podemos agradecer la beneficiosa obstinación de las madres reales, de las niñeras reales, y sobre todo, de los niños reales por mantener la raza humana en el grado de salud que todavía tiene. Pero los que moldeen al hombre de esta nueva era estarán armados con los poderes de un estado omnicompetente y una irresistible tecnología científica: se obtendrá finalmente una raza de manipuladores que podrán, verdaderamente, moldear la prosperidad a su antojo.
La segunda diferencia es, si cabe, más importante aún. En los antiguos sistemas, tanto el tipo de hombre que los educadores han pretendido producir como sus motivos para hacerlo estaban prescritos por una Norma moral; una Norma a la que estaban sujetos los propios maestros y frente a la que no pretendían tener la libertad de desviarse. No aquilataban a los hombres según el esquema por ellos preestablecido. Manejaban lo que habían recibido: iniciaban al joven neófito en el misterio de la humanidad que a ambos concernía; es decir: los pájaros adultos enseñando a volar a los jóvenes. Pero esto se modificará. Los valores no son simplemente fenómenos naturales. Se pretende generar juicios de valor en el alumno como resultado de una manipulación. Sea cual fuere la Norma, será el resultado y no el motivo de la educación. Los Manipuladores se han emancipado de todo esto. Han conquistado una parcela más de la Naturaleza. El origen último de toda acción humana ya no es, para ellos, algo dado. Es algo que manejan, como hace con la electricidad: es misión de los Manipuladores controlar dicho origen y no someterse a él. Saben cómo concienciar y qué tipo de conciencia suscitar. Ellos se sitúan aparte, por encima. Estamos considerando el último eslabón de la lucha del Hombre ante la Naturaleza. La última victoria se ha producido. La naturaleza humana ha sido conquistada, sea cual fuere el sentido de dichas palabras.
Los Manipuladores, en ese punto, estarán en condiciones de elegir el tipo de Norma artificial que quieran imponer, según sus propias razones adecuadas, sobre la raza humana. Son los motivadores, los creadores de motivos. Pero ¿de dónde sacarán ellos esos motivos?
En principio, quizás tengan reminiscencias en sus propias mentes de la antigua Norma "natural". Por tanto, se considerarán a sí mismos como servidores y guardianes de la humanidad y creerán tener el "deber" de hacerlo "bien". Pero sólo la confusión les permitirá permanecer en esa situación. Consideran el concepto de deber como el resultado de ciertos procesos que ahora pueden gobernar. Su victoria ha consistido, precisamente, en pasar del estado en que eran objetos de dichos procesos al estado en que los utilizan como herramientas. Una de las cosas que deben decidir ahora es si condicionarnos al resto de tal modo que podamos seguir teniendo la vieja idea del deber y las antiguas reacciones ante él. ¿De qué manera les puede ayudar el deber a decidir una cosa así? Someten a juicio el propio deber: pero en dicho juicio el deber no puede ser al mismo tiempo juez. Y así, lo intrínsecamente "bueno" se queda estancado, no mejora. Saben con precisión cómo producir en nosotros una docena de concepciones diferentes del bien. La cuestión es cuál de ellas se lleva a la práctica, en caso de que se lleve alguna. Ninguna de las distintas concepciones del bien les puede ayudar a decidir. Es absurdo centrarse en algo que se compara para hacerlo modelo de comparación.
A alguien podría parecerle que estoy imaginando dificultades ficticias para mis Manipuladores. Otros críticos, más ingenuos, podrían preguntar: "¿Por qué presupones que son tan malvados?" Sin embargo, yo no presupongo que sean hombres malvados, pues ni siquiera son ya hombres –en el antiguo sentido de la palabra-. Son, si se quiere, hombres que han sacrificado su parte de humanidad tradicional a fin de dedicarse a decidir lo que a partir de ahora ha de ser la "Humanidad". "Bueno" y "malo", aplicadas a ellos, son palabras vacías, puesto que el contenido de las mismas se deriva, en adelante, de ellos mismos. No es ficticia, por consiguiente, la dificultad. Podemos suponer que fue posible decir: "Después de todo, la mayoría queremos más o menos lo mismo: comida, bebida e intercambios sexuales, diversión, arte, ciencia, y una vida lo más larga posible para los individuos y para la especie. Digámosles, simplemente: Esto es lo que nos gusta; y manipulemos a los hombres de modo que logremos el objetivo. ¿Cuál es el problema?" Pero no es ésta la respuesta. En primer lugar, es falso que a todos nos gusten las mismas cosas. Pero aunque así fuera, ¿qué motivo impulsa a los Manipuladores a despreciar satisfacciones y vivir días laboriosos a fin de que, en el futuro, tengamos lo que nos gusta? ¿Su deber? Su deber no es otro que la Norma, que decidirán si imponernos o no, pero que no será válida para ellos. Si la aceptan ya no serán los que deciden sobre las conciencias, sino que aún estarían sujetos a la Norma y, en tal caso, no habría acontecido la conquista definitiva de la Naturaleza. ¿La preservación de las especies? ¿Por qué han de ser protegidas las especies? Uno de los problemas que dejarían tras ellos sería si a este sentimiento hacia la posteridad (que bien saben ellos cómo producir) se le debe dar o no continuidad. No importa cuánto se retrotraigan o cuánto profundicen, pues no encontrarán base alguna sobre la que fundamentarlo. Todo motivo que pretendan poner en juego se convertirá, de primera, en petitio. No es que sean hombres malvados; es que no son hombres en absoluto. Apartándose de la Norma han dado un paso hacia el vacío. Y no es que sean, necesariamente, gente infeliz. Es que no son hombres en absoluto: son artefactos. La conquista final del Hombre ha demostrado ser la abolición del Hombre.

Articulo publicado en iel.cl

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LAS IDEAS TIENEN PIERNAS


Quizás usted se pregunte, como lo hice yo primero cuando Ed Vanderkloet me pidió que expusiera frente a ustedes, ¿Que tiene que decir un filósofo a la miembros de un sindicato?. ¿Está automáticamente calificado un filosofo para hablar en todo tipo de temas, incluyendo las relaciones sindicales?. Pienso que ustedes lo saben mejor. El hecho es que yo conozco muy poco acerca del mundo de las relaciones sindicales y no puedo comenzar a decirles nada nuevo acerca de los problemas específicos de ser un cristiano en el mundo de las relaciones sindicales. Acepté la invitación para hablar con ustedes esta tarde por una razón bastante diferente (Aparte del hecho de que simplemente me siento halagado). Yo acepté porque la lucha de la CLAC en el campo de las relaciones sindicales es una lucha tremenda, una lucha que yo, como profesor de historia de la filosofía de una institución cristiana de enseñanza, estoy también vitalmente involucrado. Considerando que peleamos en diferentes flancos, estamos luchando en la misma guerra, contra un enemigo común y es de crucial importancia que nosotros integremos nuestros esfuerzos guerreros. Hay un sentido en que el tipo de trabajo que yo realizo en el Instituto para estudios cristianos es comparable al trabajo de inteligencia militar—Encontrando y comunicando a línea de combate en nuestro lado cual es la guerra que se avecina y cuales son las estrategias del adversario. Para la filosofía es una la área donde la batalla espiritual del hombre es peleada con especial intensidad.
Quizás usted piense que este tipo de charla es militarista e inapropiada para una comunidad cristiana. Cristianismo, usted dice, es una religión del amor, Cristo es un Rey de paz, Los frutos del Espíritu son bondad, gentileza y paciencia. Todo esto es verdad, pero solo es verdad en el contexto de una guerra de la que la Biblia habla muy claramente. Hablar de amor y bondad fuera de este contexto es hacer del cristianismo una religión de escuela dominical y perder completamente el poder y alcance de la religión bíblica. El amor del cual Jesús el Cristo habló, y del cual el demostró para nuestra salvación, es el amor a los enemigos, motivados por una fuerza mayor de la que nosotros podemos mostrar; la mansedumbre y la gentileza en la que el Nuevo testamento promete y requiere son la fuerza interior para no tomar represalias en el tipo de provocaciones hostiles. La dimensión de hostilidad, enemigo, batalla, conflictos armados y generales, estrategias de defensa y asalto, nunca están ausentes en el renovado mensaje radical del nuevo testamento en Cristo. Y es porque esta guerra es tan total como lo es esta renovación, implicando a cada uno de nosotros en cada aspecto de nuestras vidas, política, económica, eclesiástica, estética, intelectual, emocional o cualquier otra - que yo como tímido filósofo en Cristo puedo sentirme libre de hablar a un sindicato de trabajadores cristianos sobre ideas y el papel ellos juegan en nuestras vidas, ya que ellos una parte importante del conflicto de perspectivas de vida contrarias en las que el CLAC y sus luchas se encuentran consagrados.
Escuche conmigo las advertencias de Pablo a los Colosenses sobre el tema de la filosofía. El dijo:
Deja que tu caminar diario sea en Cristo Jesús, el Kyrios, la forma en que has venido a conocerle (por instrucción oficial). Ten tus raíces en el, siendo construido en el y así obtener (progresivamente) fuerza en la fe, y deseo desbordante con acciones de gracias. Debes estar en guardia, y no dejar que nadie use la filosofía para tomarte prisionero y llevarte lejos como un botín de guerra. Esto no es nada mas que un vacío ardid en los que los hombres tradicionalmente piensan en línea con agobiantes principios de este mundo, pero no en línea con Cristo.
Este es un lugar en la escritura donde la palabra "filosofía" ocurre, y deseo que tu notes particularmente que esta ocurre en un contexto de imagen militar. Filosofía, Pablo dice (además debemos recordar que en esos días toda la filosofía era pagana), pueden ser los medios en las manos de los enemigos para tomarte cautivo en un conflicto espiritual entre la vida enraizada en Cristo y la vida de acuerdo al mundo. La palabra griega que pablo usa es sylagogein que significa literalmente, "llevar como botín de guerra", y nosotros conocemos que es lo que eso significaba para el mundo antiguo. Los derrotados en una batalla, si no han sido eliminados son tomados como botín por los vencedores, y subsecuentemente vendidos como esclavos, lo que representa una vida de duro trabajo.
Este es el contexto filosófico y de guerra espiritual del que deseo hacer unas pocas observaciones acerca del tema "las ideas tienen piernas". Las ideas tienen piernas en el sentidos de que ellas no son descarnadas abstracciones creadas en una torre de marfil académica, por el contrario son reales fuerzas espirituales que van a algún lugar, están en marcha en el ejercito de "alguien", y tienen un efecto diseminado en la practica diaria de nuestra vida. Déjenme leerles una cita de John Maynard Keynes, quizás el mas influyente economista desde Adam Smith y Kart Mark, del que sus propias ideas sobre economía han renovado las políticas económicas del siglo veinte en naciones industrializadas. En el capítulo veinticuatro de su mágnum opus, La Teoría General del Empleo, los intereses y el dinero, el escribe lo siguiente:
Las ideas de economistas y filósofos políticos, ambas cuando están en lo correcto y cuando están equivocadas son mas poderosas que lo que comúnmente se entiende. En efecto, el mundo es gobernado de otra manera. El hombre practico, que cree que está exento de cualquier influencia intelectual, usualmente es esclavos de un economista difunto. Hombres locos en autoridad, que escuchan voces en el aire, destilan sus locuras de algún escritor académico de unos años atrás. Estoy seguro de que el poder de los intereses establecidos es vastamente exagerado comparado con la progresiva invasión de las ideas.
Este es el fenómeno que Keynes llama "la progresiva invasión de las ideas", con el efecto de que "el mundo esta gobernado de otra manera" es que tenemos que observar la perspectiva bíblica de un conflicto de espíritus en la historia. Este es el punto de contacto entre el historiador de la filosofía cristiana y el trabajador cristiano en otros ámbitos, esto es, sin embargo, lejano a ser solo algo de estudios académicos.
Para ilustrar mi punto, me gustaría llamar su atención sobre una serie de conceptos comunes que representan el tipo de influencia de las ideas de la que estoy hablando. Cada uno de estos pares es comúnmente usada en la conversación diaria, y aparecen constantemente en las revistas que leemos (cualquiera que sea, Reader’s Digest, Time Magazine, o The Nation), nuestros periódicos, en nuestros programas de radio y televisión, en los textos escolares y en los discursos de los lideres sindicales y políticos. Sea que ocurran en pares o solos (ya que la presencia de uno presupone al otro), esas palabras y los conceptos que representan, son frecuentemente maliciosos vehículos del la llamada "progresiva invasión de las ideas" del que keynes hablaba, en la que ninguno puede estar sin ser afectado. Considere los siguientes pares:

Hechos y Valores
Trabajadores y Dirección
Teoría y Practica
Mental y Físico
Razón y emociones
Iglesia y Mundo
Libertar y autoridad
Fe y ciencia
Filosofía y Teología

Cada uno de los nueve pares de palabras que presentamos representa una tentación de categorizar un cierto tipo de dimensión de nuestro mundo de acuerdo a la visión de alguna influencia de pensamiento filosófico o movimiento del pasado.
Y digo "tentación", porque cada uno de los nueve pares listados presupone, creo, un análisis religioso distorsionado de alguna importante dimensión de nuestro mundo. Tome por ejemplo "Hechos y Valores". Este par regresa al movimiento filosófico del neo-kantianismo el cual fue grande en Europa, especialmente en Alemania, en la ultima parte del siglo diecinueve y principios del veinte. De acuerdo al neo-kantianismo "hechos" son cosas que pueden ser objetivamente y ciertamente conocidas; "valores" son creaciones humanas subjetivas que no tienen validez aparte de darle significado al mundo del hombre. Es un "hecho" que el agua se congela a los 0 grados Celsius y pensar de otra manera es estar equivocado. Pero solo es un "valor" creer que un crimen debe ser castigado, o que el adulterio esta equivocado, o que Jesús es el Cristo. Sobre estas cuestiones se puede pensar de forma diferente, pero no puede estar equivocado. Hechos son verdaderos no importa qué, de los valores se puede decir que son "verdaderos" sólo en el sentido de que son ampliamente sostenidos por una determinada sociedad o un período de la historia. La distorsión religiosa en este punto de vista es evidente para todos hijos en el cuerpo de Cristo porque es Dios y no el hombre, quien da la ley.
Sin embargo, las influencias la distinción neo-kantiana, propagadas ampliamente a través de las ciencias sociales en las universidades, han sido tan grandes hasta hoy que la mayoría de los cristianos no están dispuestos a hablar mas de "ordenanzas divinas" o incluso de "orden moral" como se usó en el siglo veinte, sino que se refieren mas bien a sus "valores" cristianos, lo que implícitamente reconoce que sus convicciones no tienen valor objetivo valido o estado verdadero. A causa de esta prevaleciente conversación del "valores" y de todas sus implicancias, se ha vuelto prácticamente imposible para los cristianos, especialmente en ámbitos académicos, creer que "no mataras" es tan verdadero como el hecho de que el agua se congela a 0 grados Celsius. El uso se ha vuelto tan común que a casi nadie, incluyendo la mayoría de los cristianos, toma cualquier excepción del Primer Ministro Trudeau (el mismo altamente entrenado en las ciencias sociales) cuando el dice en un discurso que los Canadienses deben encontrar "nuevos valores" si deseamos enfrentar la crisis de nuestro tiempo.
Mí punto es que en esas palabras y frases de aspecto aparentemente inocente son en su conjunto una perspectiva idolatra del mundo, una completa distorsionada mentalidad y un patrón humanista que subliminalmente es progapandeado por el mundo.
Esas ideas no son indefensas especulaciones que profesores realizan en torres de marfil, sino que son ideas con piernas, ellas marchas en un ejercito, están involucradas en una guerra, y en esta guerra hay bajas. Aquellos profesores en su torre de marfil son seres humanos religiosos participan como todos nosotros son su máxima lealtad. Y a través de existenciales e intelectuales luchas aprenden a discernir la gran batalla entre Satanás, el adversario, y el Cristo de Dios.
No tengo tiempo suficiente en este contexto para examinar con ustedes cada uno de los nueve pares de conceptos que listé hace unos momentos. Algunos de ellos estoy seguro no necesitan ser dilucidados ante esta audiencia. No es un secreto que el uso del par "trabajadores y dirección", que son tan comunes en nuestro discurso diario, regresa atrás al concepto marxista de la lucha de clases, una distorsión secular de la noción bíblica de guerra espiritual. Cuando un el editor de un periódico en tiempos de elección se refiere al "voto sindical", nosotros entendemos que implícitamente esta dividiendo la población en un esquema falso, no importa cuan programadamente realista la influencia de la idea de la lucha de clases pueda ser hablada. El simple hecho de que en el día presente las realidades sociales virtualmente nos fuerzan a hablar de "voto sindical" nos da la prueba del poder moldeador practico de una idea filosófica.
En los límites del tiempo asignado, me gustaría tomar sólo un breve vistazo a dos mas de los nueve conceptos gemelos mencionados anteriormente, los cuales tienen una particular relevancia para el tema que estamos debatiendo. Me gustaría destacar brevemente el uso actual de "teoría y práctica" e "iglesia y mundo", porque ellos llevan precisamente la forma inconsciente de pensar que todos tienden a seguir, acerca de relaciones de trabajo y filosofía y relaciones de trabajo y la religión.
Es algo irónico que uno de los mas influyentes ideas filosóficas es que las ideas teóricas no tienen piernas desde donde pertenecen hacia áreas impracticas o irrelevantes, en estas áreas ellas son meramente "académicas". Esta noción de impracticabilidad de la teoría va atrás, por extraño que pueda sonar a la distinción aristotélica entre la vida practica y la vida teórica. Aristóteles ( y una larga tradición después de el, incluyendo mucha de la teología cristiana) vio la verdadera realización del hombre en lo teorético, y esto dejo siglos de desden oficial por lo practico, especialmente incluyendo también toda la área de lo que nosotros llamamos "trabajo". Pero la reacción moderna a esto, especialmente en mucho del anti-intelectualismo del nuevo mundo, simplemente optaron por la bocina de oposición de lo falso frente al dilema de lo practico versus lo teórico, no dándose cuenta que la verdadera distorsión reside en el dilema en si del que seguimos comprometidos. Este es un ejemplo clásico de cómo aparentemente conflictivas ideas se unen para compartir problemáticas, donde ninguno de los dos contendores son concientes de su acuerdo fundamental. Si analizamos esta problemática, seguramente notaremos que esta va hacia atrás, hacia una línea que nos lleva a Aristóteles. Las mismas palabras "practica" y "teoría" son palabras griegas que acuñan en el presente el significado del la ética filosófica aristotélica. La distinción es una función del paganismo aristotélico, en el que se deifica la teoría humana o la función analítica, y que como tal, es un buen ejemplo de lo que Pablo quería decir cuando se refería al peligro religioso de la filosofía pagana. Esto también se ilustra bien en el punto que Pablo hace a los romanos concerniente al hecho de que el hombre fuera de Cristo (y el se refiere especialmente a la pagana "sabiduría" o filosofía) se tornó adorador de la criatura en vez de adorar al Creador.
Así como las sociedades paganas menos desarrolladas adoraron a las bestias y aves en sus religiones, de este modo Aristóteles, como muchos filósofos griegos antes y después de el, separaron un aspecto de la realidad creada, la capacidad de razonamiento del hombre, le entregaron el completo estatus de dios. Habiendo caído en esta idolatría de lo racional, todas las restantes funciones y actividades humanas fueron echadas en un saco y despreciadas con respecto a esta, y fueron indiscriminadamente etiquetadas como "practica". Las palabras de Aristóteles "practico" y "teórico" por lo tanto se convirtieron en portadores de una completamente distorsionada visión filosófica griega del relativo valor de los diferentes tipos de actividades humanas el resultado ha sido, entre otras cosas, una tradición de muchos siglos que no dio valor o estatus al trabajo no teórico.
La visión bíblica es bastante diferente. En la Biblia no existe uso para las palabras "practica" o "teórico" ni (lo que es mas importante) siquiera divide el trabajo diario del hombre frente a Dios en intelectual o no intelectual. Consecuentemente, ella nunca contrata ese tipo de actividades o entrega un estatus mayor o menor de una frente a otra. La única distinción de superior o inferior que la escritura reconoce como distinciones validas son la obediencia y desobediencia, y ellas cortan a través de cada dimensión y aspecto de nuestra vida en el mundo. (es crucial, por ejemplo, entender que el uso que las escrituras hace de términos semejantes como "sabiduría" o "necedad" que son a la vez igualmente "practico" y "teórico"). Perdiendo de vista la trascendencia del Creador en cual toda la creación y todos sus potenciales son igualmente llamados a servir, los filósofos de la Grecia pagana infiltraron una falsa, dicotomía distorsionadora dentro de la integralidad de la vida humana frente a Dios, y esta categorización falsa ha sido perpetuada por siglos usando las palabras "practica" y "teoría" en una manera aristotélica. Como resultado, es difícil para nosotros hoy en día recapturar la visión del teorizar del hombre, como de un largo numero de otras, creacionalmente coordinadas, interrelacionadas y de igual nivel/valor actividades y funciones en la vida del hombre, cada una con un especifico llamado a servir al Señor en obediencia cooperativa.
La noción de "lo practico" entonces, en su valor cargado de oposición a lo "teórico" es un seudo concepto derivado directamente de la idolatría filosófica griega, y esto es verdad no solo cuando exaltamos el intelecto en detrimento de otras funciones, sino también cuando igualmente nos ponemos de lado del anti-intelectualismo para glorificar lo "practico" en detrimento de lo "teórico". Esta verdad incluso puede tomar vestiduras cristianas, ya sea como doctrinarismo teológico o un pietismo anti-intelectual que contrasta "doctrina" y "vida" como si la doctrina (como el Nuevo Testamento claramente enseña) no fuera un importante y constitutivo elemento de nuestra total vida frente a Dios.
Pero es tiempo para que me mueva hacia mi ilustración final.
Es común en nuestro días, como lo ha sido por siglos en la tradición cristiana, hablar de "iglesia" y "mundo" como dos conceptos que están coordinados y son complementarios. Es mi convicción que esta aparentemente inocente forma de hablar esta enraizada, con las implicaciones que ella trae, en una visión cristiana de la vida profundamente distorsionada que ha tenido un alcance histórico de consecuencias que moldean nuestra vida hasta el día de hoy. A pesar que este par de palabras no derivan de la filosofía tanto como de la teología, lo discutiré en este contexto porque esta ilustra tan bien el punto general que estoy desarrollando de las ideas y su impacto. Por otra parte, es solamente por causa de la poderosa influencia de la tradición filosófica occidental que los teólogos han venido a hablar de esta manera de la iglesia y el mundo.
Hay una filosofía de la cultura humana y la sociedad oculta en la forma en que los cristianos comúnmente unen las palabras "iglesia" y "mundo". "Iglesia" significa la iglesia institucional (con sus clérigos y otros cargos), y todo el trabajo cristiano con o bajo su auspicio. El "mundo", para ello incluye todas las instituciones y contextos que caen fuera de la iglesia antes definida, como también toda actividad humana conducida por ella. El estado y la política, industria y trabajo, universidad y estudios, familia y cuidado del hogar – todas pertenecen al mundo y son seculares. Las implicaciones que esto conlleva representan cuales son las materias de la religión, santificación y redención solo tienen aplicación en la iglesia. El "mundo" es religiosamente neutral o innegablemente malvado.
No tengo conocimiento cuando esta fundamental manera de categorización humana de las instituciones y actividades nació. Se que fue firmemente establecida y tomada por cierta por la padre de la iglesia latina Cipriano en el siglo tercero. Sospecho que esta retrocede a la primera generación de intelectuales griegos convertidos, que se volvieron lideres en la iglesia cristiana muy cercana a la época apostólica. Su crianza filosófica griega causo en ellos fundamentalmente la mala interpretación de conceptos claves de las escrituras incluyendo específicamente lo que ella indicaba de "mundo".
En las escrituras, y especialmente en el nuevo testamento, la palabra "mundo" tiene un numero de diferentes significados. Algunas veces, por ejemplo significa simplemente "creación" o "humanidad", pero existe un significado centralmente religioso que se establece como patrón, y el significado de este ha sido muy mal entendido. Encontramos por ejemplo, en Juan, cuando Cristo dice "mi reino no es de este mundo" o en Santiago, que nos dice que debemos mantenernos nosotros mismos "sin mancha del mundo" o en pablo cuando habla de los "primeros principios del mundo", en pedro cuando habla de escapar de "la contaminación del mundo".
Lo que "mundo" significa en esos contexto es simplemente un reino de oscuridad opuesto al Reino de Dios. Este se refiere a la totalidad de too lo que esta perdido en el pecado y alienado de Dios, incluye todo lo que es pecaminoso, desordenado y malvado. Satanás es llamado "príncipe de este mundo" y donde sea que Satanás o sus agentes puedan torcer, distorsionar o pervertir cualquier buena creación de Dios, allí encontramos al "mundo" en un sentido religiosamente cargado. No hay nada en toda la extensión y amplitud de la buena creación de Dios que estuviera intocable por la corrosiva influencia de esta corrupción generalizada, esto nos muestra cuan radical fue la caída, y cuan extensiva es la reclamación de Satanás. Pero con la venida del Reino de Dios en Jesucristo todas las cosas son en principio hechas nuevas.
El punto que trato de contrastar es que "mundo" no es "iglesia", sino Reino de Dios, y ambos con creaciones amplias. Como se tiene un amplio rango de efectos del pecado, transformando la creación en "mundo", así existe un amplio rango de alcance del Reino de Dios, entregando salvación, redención y reconciliación. Hablando de "iglesia" y "mundo" en la actual manera caemos en la tentación de ver al mundo como un área, una realidad de la creación y de la vida creacional del ser humano, y, mas aún, somos inconcientemente persuadidos de el renuevo religioso no se aplica a aquella área.
Quizás pueda clarificar mi punto con una simple ilustración. Podemos comparar el orden creado (incluyendo todas las ordenanzas creacionales para instituciones y actividades en el mundo) hacia una apaisada red compuesta de dos columnas paralelas de cuadrados, como esas barras de chocolate plano que uno puede quebrar en pequeñas piezas cuadradas.
Al tomar un par de cuadrados en un momento, nosotros podemos usar esta red para clasificar varios tipos de instituciones creacionalmente dadas. Supongamos que en el tope de los cuadrados pares situamos "iglesia institucional" con todas sus correspondientes funciones y actividades, el siguiente par será "el estado" con sus actividades particulares, y así siguiendo hacia abajo, agregando empresa de negocios, cuidado familiar, la universidad, etc. En esta vía estamos marcando varias distinciones creacionales de la actividad humana. Ahora que ocurre con la mentalidad "iglesia y mundo" que están en la cima de los dos cuadrados de la barra de chocolate (representando a la iglesia institucional) si esta es cortada, y el resto de la barra es designada como el "mundo". Ya que el reino de Dios y la religión obviamente pertenecen al mundo, este tipo de categorización por implicación rompe con la realidad "secular", la que esta en política, trabajo, estudios, arte, etc. Las consecuencias de semejante visión, por supuesto, es que no hay renuevo cristiano en esas áreas, con el consiguiente resultado de que una gran porción de la cultura humana es abandonada por los cristianos a favor de los humanistas.
Pero las escrituras nos enseñan un diferente análisis de la cultura y la sociedad. La distinción entre Reino (no iglesia) y mundo corre a través de cada dominio de la vida. Para unirlo a nuestra analogía, la visión bíblica responde a quebrar nuestra barra de chocolate a lo largo, con la clara distinción de que este quiebre emerge en cada una de las arenas de la actividad humana. Esta es la antitesis entre los trabajos de la carne y el fruto del espíritu, la que emerge donde sea que los discípulos de Cristo participen la cultura o en cualquier otra actividad. Pero este quiebre ( y aquí es donde la analogía se rompe) no es sobre líneas creacionales. La distinción entre el Reino de Dios y el reino de las tinieblas no es que uno pertenece legítimamente a la creación. Retornando a nuestra imagen militar. La línea de división entre ellos es realmente la línea de batalla de la guerra espiritual en la que todos estamos comprometidos. Cristo como Rey esta peleando para recuperar el territorio ocupado usurpado por su gran adversario Satanás, y El ya ha ganado la batalla decisiva en su resurrección.
En conclusión, deseo traer su atención nuevamente a un pasaje de San Pablo. Este es de II de Corintios 10. Aquí nuevamente pablo habla de las ideas humanas en un contexto de guerra espiritual. El usa la imagen militar de cerco:
Es cierto que vivimos en la carne, pero nosotros no libramos la guerra de acuerdo a la carne. Las armas de nuestra guerra no son de carne. Ellas son motores de guerra que toman su poder de Dios para demoler las justificaciones de las defensas humanas. (con ellos) demolemos los razonamientos y cada bastión que se levante contra el conocimiento de Dios; tomamos cautiva cada idea y la hacemos obedecer en Cristo.
La imagen es de una ciudad sitiada. En el lado de los asediadores esta el misionero Pablo, el conocimiento de Dios, la autoridad de Cristo y los arietes del poder divino. En el lado de la ciudad sitiada están las ideas de los hombres, los razonamientos y argumentos que ellos erigen en defensa propia como almenas contra el conocimiento de Dios. El enfrentamiento no es de igual a igual, porque las fuerzas del general Cristo aplastan y derriban por el poder de Dios, la pared de argumentación defensiva, toma prisioneros a los defensores de la ciudad, y establece la autoridad de Cristo sobre los pensamientos de los hombres así que en adelante debemos lealtad y obediencia solo a El. La ciudadela de la mente de los hombres ha sido tomada y Cristo gobierna soberanamente tras sus murallas.
Este es un poderoso lenguaje, y un mensaje que nosotros en un siglo veinte secularizado hace bien en tomar en serio. Las ideas están en grueso de la batalla entre las fuerzas de Cristo y Satanás y negar su importancia es por nuestra cuenta y riesgo. Hay una guerra en la que todos estamos involucrados. Ustedes están involucrados y yo estoy involucrado, cada uno en su propio puesto. Algunas veces la lucha puede ser desalentadora, porque nosotros perdemos contacto unos con otros y parece que estamos luchando solos en la batalla. Pero en algunas ocasiones podemos experimentar la solidaridad en batalla para un Rey común. Al mismo tiempo nosotros celebramos el hecho que estamos en el lado ganador, porque la batalla decisiva se ha ganó dos mil años atrás. Podemos perder una batalla por acá u otra por allá, pero la guerra ya fue ganada. Estamos en estos momentos solo en operaciones de barrido. En estas operaciones de barrido ustedes y yo juntos, filosofo, bibliotecario, chofer de camiones, abogado, profesor, ama de casa, artista y estudiante – estamos todos con un puesto asignado, y trabajamos solidariamente en el Señor quien no excluye clases o profesión o recorrido de vida. Nuestras ideas también tienen piernas, y ellas por gracia de Dios, están en marcha.

El siguiente es un articulo por Al Wolters © transcrito originalmente de una charla que entregó a la Christian Labor Association of Canada (CLAC), Asociación Cristiana de Trabajadores de Canada en 1975, Republicada por el Instituto de Estudios Cristianos en 1987.

Traducida por Carlos Oschilewski A.
Solo para fines educacionales, material en revisión
Versión no oficial sin fin de lucro
Mayo 2009
Translated by Carlos Oschilewski A.
Only for educational proposes, material under revision
Unofficial and non profit version
May 2009

Articulo Publicado en Reformacional, utilizado con permiso

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